La combinación de declaraciones en que el gobierno de Alberto Fernández anuncia su vocación por el diálogo con la oposición en el contexto de la negociación con el Fondo Monetario Internacional, al mismo tiempo que continúa con sus comentarios fuertemente escalificatorios hacia el ex presidente Macri y otros líderes de Cambiemos sería parte de una estrategia en que el círculo de asesores del presidente imagina poder dividir a sus adversarios. ¿Tienen posibilidades de concretar sus planes?
Para muchos observadores el hecho de que el presidente y su equipo mantienen un continuo discurso de descalificación contra el ex presidente Macri y el equipo de su último gobierno, -a los que han tachado de "antivacunistas", culpables del endeudamiento del estado y de la decadencia de la educación pública, e incluso de "antiargentinos"-, mientras difunden repetidos llamados al "diálogo con la oposición", aparece como incoherente y, consiguientemente, poco serio. "¿Cómo pretende dialogar de esta manera?" se han preguntado públicamente varios dirigentes de la principal alianza opositora.
En realidad, lo que el presidente pretende hacer es dividir a Cambiemos.
En primer lugar, procuran atraer al polo oficialista a más dirigentes radicales. Suponen que podrán seducirlos con prominentes cargos oficiales para ellos y sus equipos -como hicieron con el ex diputado alfonsinista Leopoldo Moreau, con el gobernador de Santiago del Estero, Gerardo Zamora, o el hijo de Alfonsín, Ricardo Alfonsín, hoy embajador en España, y -según algunas fuentes- posible futuro candidato a vice de una fórmula encabezada por Máximo Kirchner para las elecciones presidenciales de 2023. Nótese que los insultos oficiales nunca rozaron a figuras del radicalismo como el recién llegado a la política Facundo Manes. Más significativo todavía es que los ataques del oficialismo nunca se dirigen a la figura de Martín Lousteau, que fue ministro de Cristina Fernández, tuvo una interna con Rodríguez Larreta cuando pasó a la oposición, con se enfrentó con Elisa Carrió, y ahora acaba de impulsar la ruptura del bloque radical en Diputados, para desplazar a Mario Negri, que siempre denunció las maniobras kirchneristas en la cámara.
En segundo lugar, el presidente parece especular con recuperar relaciones y negociar con el sector del Pro cercano a Horacio Rodríguez Larreta. Habría hecho llegar mensajes oficiosos de que quizás podría aliviar el estrangulamiento de recursos a que ha empujado a la ciudad autónoma de Buenos Aires, a cambio de la abstención o de la repentina enfermedad de legisladores larretistas que pueda volcar en favor del gobierno las estrechas diferencias numéricas que serán el escenario de las votaciones de leyes sensitivas en el Congreso de la Nación a partir de diciembre. Nótese que a ellos tampoco los insultan las usinas oficialistas.
En tercer lugar, si no logran llegar a ningún acuerdo con estos sectores, los asesores presidenciales procurarán cosechar los frutos de la discordia en la oposición. Imaginan que el rumor de que hubiesen estado negociando también podría servir a los planes del gobierno, porque podrían dificultar la unificación de criterios en torno a estrategias y candidaturas, al debilitar la confianza entre los diversos sectores que compiten en la alianza opositora.
Y otras figuras del Frente de Todos, como Sergio Massa, siempre han sabido aprovechar los conflictos en los bloques opositores para conseguir abstenciones o sorpresivas ausencias a sesiones, que posibilitan la aprobación de iniciativas oficiales. En este sentido, la iniciativa rupturista de Lousteau y los suyos resulta extraordinariamente funcional a las estrategias del oficialismo.
No parece ser una estrategia factible
En primer lugar, el ofrecimiento presidencial aparecería como demasiado tardío para quienes hubiesen podido interesarse. Una fuente del radicalismo -que no simpatiza con los planes oficiales-, nos confió que si el presidente hubiese intentado estos ofrecimientos en la época en que estaba en la cúspide de su imagen positiva -como al comienzo de la epidemia de COVID 19-, quizás hubiese encontrado alguna voluntad dispuesta a sumarse a su plan. Tal vez algún dirigente radical capitalino incómodo con la vecindad del Pro ¿como Lousteau? deslizó la fuente, hubiese cedido a la tentación, en nombre de la colaboración patriótica en aquella situación de emergencia nacional.
Pero a esta altura de los acontecimientos, el deterioro de una situación económica
que no ofrece buenas perspectivas ni siquiera en caso de un acuerdo con el FMI, disuade a cualquier figura mínimamente experimentada de cualquier ocurrencia de abrazarse a un oficialismo que va en camino del desgaste electoral. Los efectos devastadores de las crisis económicas sobre las aspiraciones de cualquier gobierno son demasiado bien conocidos. Como graficó nuestra fuente, ¿quién estaría dispuesto a acompañar a Alberto Fernández al cementerio?
En segundo lugar, el sector de Rodríguez Larreta en el Pro ha congelado sus anteriores aspiraciones de buena relación con el presidente. Son muy conscientes del impacto negativo que les produjo dentro del ambiente opositor su acercamiento al gobierno nacional en el año 2020, durante el pico de la epidemia del COVID, cuando el presidente retribuyó la colaboración del jefe del gobierno porteño con un drástico recorte de los fondos coparticipados de la ciudad. Nótese cómo Rodríguez Larreta ha reemplazado su discurso sobre construir "el consenso del setenta por ciento no kirchnerista" por duras críticas al gobierno nacional, en las que le enrostra el cierre de las escuelas y los ataques a la oposición.
Después de todo, la desconfianza del público opositor hacia las estrategias dialoguistas de Rodríguez Larreta y de Vidal tuvo consecuencias negativas sobre las aspiraciones presidenciales del jefe de gobierno de la ciudad. Se reflejó claramente en la fuga de votos hacia los halcones de Milei en la ciudad de Buenos Aires, y hacia los duros de Espert en el territorio bonaerense en estas últimas elecciones-. Y los dirigentes de Cambiemos que siempre fueron duros con el gobierno -como Patricia Bullrich y López Murphy-, no pierden oportunidad de crecer en la interna y construir sus propios proyectos presidenciales, destacando el traspié de Rodríguez Larreta.
Incluso la inmediata ola de rechazo que produjo en el público opositor la actitud rupturista de los seguidores de Lousteau en el bloque radical del Congreso reafirmó la convicción del larretismo de que hay que mantenerse lejos de cualquier conducta que pueda ser percibida por sus votantes como funcional al oficialismo.
En tercer lugar, más allá de las fantasías de los políticos, la profundización de la crisis económica en el próximo año 2022 tendrá un impacto decisivo en el escenario político, que lanzará por el aire a buena parte de las negociaciones visibles y ocultas que hoy se barajan. Cuando arrecie la inflación, estallen los controles sobre el precio del dólar y se detenga la recuperación del consumo y del empleo, lo que más va a determinar las posibilidades de los aspirantes para el 2023 será su capacidad de posicionarse en la discusión económica de cara a la sociedad, y no los cargos y beneficios que puedan negociar en estos días. Cuando haya pasado la tormenta que se instalará a medida que avance el próximo año, no sólo se habrá debilitado aún más el poder negociador del oficialismo; también quedará fuera de juego cualquier agrupamiento que no aparezca como capaz de manejar la inminente crisis, sin que para entonces importe lo que hubiesen negociado antes con el gobierno.
Por Gregorio Halaman
El autor es abogado y analista conductual, consultor en análisis político para clientes nacionales y extranjeros desde hace más de treinta años, profesor adjunto regular de Teoría del Estado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, profesional principal del Programa de Instituciones Políticas Fundamentales en el Instituto de Investigaciones Jurídicas y Sociales "Dr. Ambrosio A. Gioja" UBA-CONICET e investigador principal del Programa de Estudios Presidenciales en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Facultad de Ciencias Jurídicas USAL-CONICET.
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