Blog
Typography
  • Smaller Small Medium Big Bigger
  • Default Helvetica Segoe Georgia Times

Sera esa la razón, por lo cual me resulta tragicómico creer que el común de los ciudadanos podemos acompañar o entender un reclamo tan superfluo como es la suba de retenciones. Mientras, tenemos miles de madres, en los operativos a lo largo y ancho del país, esperando su turno para llevarse la Tarjeta Alimentar. En este contexto de país, donde la primera medida fue una Ley de emergencia que tuvo como eje principal una Argentina Contra el hambre. Es el estado quien nos pide solidaridad y empatía, a todos, con el fin de lograr una distribución más equitativa de la riqueza para que todos nos podamos alimentar y trabajar.

Cuando hablamos de empatía del griego ἐμπαθής (“emocionado”) es descrita como un sentimiento de participación afectiva de una persona en la realidad que afecta a otra. Según Jeremy Rifkin “La empatía es un concepto único y relativamente nuevo en el vocabulario de cualquier lengua humana hasta ahora hablada, y se empieza a emplear apenas en el año 1909. ​EL significado de empatía hace referencia a una habilidad tanto cognitiva como emocional o afectiva del individuo, en la cual este es capaz de ponerse en la situación emocional de otro. Esto es muy diferente a ideas previamente empleadas como lo es la misma predecesora del término, la "simpatía", la cual se entiende en inglés como una sensación de lástima propia ante la situación desagradable de otra persona.” Esta definición tan galana, se obtiene por la conciencia social de cada uno de nosotros, sumergidos dentro de las diferentes comunidades culturales. Sin embargo, hemos construido una sociedad a medida y paicere del hombre, esa la causa por la cual hoy nos cuesta tanto a las mujeres ocupar un lugar sin dar tantas explicaciones al resto que nos circunda. Todos sabemos, que nacemos y morimos solos en el medio acontece la vida, que nos atraviesa como sujetos, con sus relaciones, leyes, sentimientos amor/odio, amistad, trabajo. Transitando este camino, algunas vivimos como queremos y otras como creemos poder. Ergo, en el cauce de la historia de las mujeres, coexistieron luchadoras que lograron marcar líneas que hoy nos permiten conjugarnos en el ambiente para pisar el presente. Pero, ciertas veces estamos condicionadas por lugar donde nacemos, por la educación que tuvimos, o la familia que nos tocó crecer. El paradigma de ser MUJER, en un medio de hombres, es la reconstrucción de la conciencia colectiva en todos los mandatos y órdenes para volver a nacer. Como decía Terencio:” Somos hombres y nada de lo humano nos resulta indiferente y la prueba de ello es el complejo proceso psicológico de observación y deducción al que llamamos empatía y que nos permite hacer lecturas precisas del otro con la finalidad de anticiparnos y adaptarnos a las previsiones que hacemos de las intenciones de los demás". Entonces, indebidamente me pregunto ¿Cómo hacemos para poner en la piel de un hombre la lucha o el dolor de siglos de una mujer? El desafío que debemos emprender cada una, ahora que somos legitimas, y no cortesanas, somos libre y no esclavas, somos profesionales y no geishas serviciales, hoy que somos ciudadanas de derechos es lograr la empatía de los que no son se sienten mujer. Es hora de deconstruir la celda, sin destruir, para cimentar sobre una mesa redonda nuestra identidad género y de diversidad.

 

Foto: Sebastian Granata

La historia de la mujer ha sido y es dolorosa, hasta cruel, como escribe Martha Mercader en “Para ser Mujer” (capitulo para ser una mujer) …” En 1961, cuando Jomo Kenyatta era presidenta de la republica de Kenia, describió la ceremonia mediante la cual las niñas de su tribu, las Kikiyu, se convertían en mujeres. Cada novicia recibe una madrina encargada de comprobar que su ahijada no ha tenido relaciones sexuales ni se ha masturbado. Las infractoras sufren un duro castigo, son excluidas, además se le corta el cabello al rape, se les tatúa el rostro y la garganta y se les aceita el cuerpo mientras el resto de la tribu canta, baila y bebe. Al día siguiente, antes del amanecer las neófitas toman un caldito y se bañan en el río. Luego avanzan desnudas con las manos en alto y se sientan en círculo con las piernas bien abiertas. La madrina respectiva, sentada por detrás, traba con sus piernas las de la neófita mientras otra mujer, el rostro pintado de negro y blanco, avanza con un cuchillo en mano y le extirpa de un tajo el clítoris” … “Después reciben un nombre nuevo con esta ceremonia la joven Kikuyu se convierte en mujer adulta”. Estas cosas sucedieron, suceden, se leen en las sentencias, en las audiencias, en las calles cuando nos humillan con los gritos, o cuando amanecemos desayunadas a golpes en las guardias médicas porque no nos lograron vencer. Estos son nuestros escritos de sangre en el cuerpo, de millones de mujeres, que hoy siguen en distintas medidas siendo los números que ascienden en el mapa de los femicidios. En otros ámbitos, en otros cuerpos con igual violencia, y despojo es complejo explicar que se siente haber nacido mujer. Ergo, disparador de esta nota fue un artículo publicado en Thomson Reuters con el título “Violencia de género, sesgos cognitivos y realidad virtual Autores: Pons, Marcela V. - Frúgoli, Martín A. “Los números son lapidarios y, desgraciadamente, no se circunscriben al caso argentino, sino que muestran una situación que se reproduce —muchas veces de modo mucho más agudo— en el resto de Latinoamérica, y evidencian la profunda gravedad de la problemática. Cada día según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), mueren en promedio al menos 12 latinoamericanas y caribeñas por el solo hecho de ser mujer” A su turno, estudios nacionales en Brasil estiman que cada seis horas una mujer es asesinada por su compañero íntimo, indica ONU Mujeres en una declaración de octubre de 2016 (2). Más, un total de 1831 mujeres fueron asesinadas en América Latina durante el 2016, casi doscientas más que el año anterior. A su vez, el 27,4% de los jóvenes considera "normal" la violencia de género en una relación, según la FAD Latinoamérica y el Caribe se enfrentan a un enorme desafío ante la persistente violencia contra las mujeres, que costó la vida al menos a 1831 de ellas en 2016 frente a 1661 en 2015, lo que deja en evidencia el incremento de los feminicidios en la región (3). Unas siete mexicanas son asesinadas cada día, solo un 25% de los casos son investigados como feminicidios. Por su parte, la situación en Ecuador es que una mujer cada tres días muere en un feminicidio. Entonces, si tuviéramos que hacer un diagnóstico, diríamos que estamos inmersos en una epidemia para la cual, aún, no hemos podido hallar el tratamiento curativo más adecuado.”

El artículo publicado, expone a través de métodos de tecnología avanzada, Big Data como de Inteligencia Artificial, la posibilidad de reparar la conducta de los agresores en los casos de violencia hacia las mujeres. Utilizando diferentes prácticas para situar al violento en el lugar de la mujer. De esta manera, intenta la reparación de la conducta agresiva del mismo el cual podría ser una forma de conciencia de su conducta, para lograr así un grado de empatía del daño causado. Si bien, comparto la postura de los autores en que como citan: “Los actos violentos perpetrados contra otras personas están relacionados, entre muchas otras causas, con la falta de empatía y con una dificultad del agresor para interpretar correctamente las emociones y las conductas del otro (sesgo de atribución hostil”. Como también, que: “Los sesgos que nos afectan no son arbitrarios ni caprichosos, aparecen como respuesta a una necesidad adaptativa. Reducen la sobrecarga informativa, en situaciones normales, permiten analizar la realidad de una manera rápida, eficaz, simple y, sobre todo, económica. No podemos poner en duda que son fruto o resultado de un largo proceso evolutivo y que, en muchos casos, han contribuido a un mejor funcionamiento de nuestra especie. Sin embargo, en muchas ocasiones, como la que analizamos en el presente trabajo, posen un efecto nocivo para quienes los padecen, pero, sobre todo, para la sociedad en general. Su funcionamiento y su falta de tratamiento generan altos costos sociales.” La falta de eficacia que a estos fines ha evidenciado el derecho penal, y sus faltas de perspectivas de mejora, aconsejan, al menos, intentar caminos alternativos que trabajen, e incluyan en sus metodologías, los déficits que actúan sobre los procesos cognitivos de los individuos, evitando, de esta forma, dejar al margen el tratamiento y el análisis de un elemento que, como vimos, tanta participación activa posee en este tipo de conductas antisociales”.

En este marco, donde las mujeres después de siglos, donde la locura, la culpa y/o la vergüenza han sido nuestros enemigos más íntimos, Marta Mercader dijo: ¿Qué camino elegir el de la sumisión, el de la hipocresía, el de la rebelión abierta? Yo, ya había comido de la fruta prohibida, había desobedecido, había sido expulsada del paraíso por curiosa, por haber perdido la inocencia. Pero no me llamaba Eva, por esos años otra Eva nada bíblica, una desobediente de distinto tipo en encarnando el mito de la cenicienta, se asomaba al balcón de la Casa Rosada para invitar a todas las mujeres que no queríamos obedecer al príncipe”. Así, desobedientes, decididas, insurrectas, políticamente incorrectas marchamos el día lunes 9M, en un grito de libertad, de emoción, de poner en el aire todas esas voces que no fueron, esas lágrimas que no se derramaron y también por las que sí pudieron abrir la puerta para correr sin callar. El cielo estaba verde, el corazón latía desasnado, la razón combatía el dolor, por las que no caminaban con nosotras, por las que se pide justica con carteles, y por las escribieron leyes de equidad. El presente, hoy danza con nosotras convirtiendo este sendero en Ministerio de Diversidad y Género, colocándonos en cargos públicos con la Ley de Paridad de género con una vice presidenta que supo trazar un antecedente mundial y, doblego una campaña sucia que le inventaron por el solo hecho de ser mujer y nada más. El tiempo se llevó a muchas de nosotras, mientras otros miles pelean a diario por su integridad física, psicológica, familiar, laboral me gustaría poner en palabras ese dolor ancestral, esas batallas que dieron las que no están. Pero no puedo, por más empático que sea mi corazón traducir lo sienten. Cuando el cuerpo fue violado y se siente sucios o avergonzado, no puedo sentir el dolor del hijo sin madre, ni el cansancio de un familiar frente a los tiempos de cualquier justicia penal. Si puedo ser parte de su lucha, de sus lágrimas, de sus palabras porque sencillamente soy mujer. Pero ¿cómo hago para que el hombre sienta el dolor de una mujer? Ergo, me perpetuo en las palabras de Marta que describe: “Comprendo la pretensión de los Kikuyu de controlar las costumbres para permanecer fuera de la historia, una manera de creerse eternos. Comprendo la alarma de los hombres de todos los tiempos –desde la adopción de la caza en adelante- al detectar cualquier actitud subversiva. Comprendo sus intentos de anular la vergüenza y el peligro que suponen. También comprendo muchas de mis amigas incluidas algunas primas, sujetas al mismo fuego cruzado de mensajes que yo, que no discurrían sobre las implicaciones lógicas o semánticas de los mismos. No discurrían, no discutían, no preguntaban, no cuestionaban.  Se preparaban para ser obedientes esposas, buenas parideras y prolíficas abuelas. Algunas de ellas me están leyendo hora y opinan que es mejor haber callado. Otras confiesan que abrieron los ojos- y la boca- demasiado tarde. Otras piensan como Machado quehoy es siempre Todavía” y, yo me quedo con esta. Puedo comprender a los otros/as, puedo aceptar la tecnología, porque creo que esta revolución es irreversible y ya no hay marcha atrás… “Porque es revolucionario cambiar el mundo objetivo y también lo es la pasión por cambiarlo. Pero más revolucionario es la experiencia interior que te cambia la manera de andar por casa. “(Marta Mercader) Por ello, será necesario que muchos se calcen nuestros tacones para comprender. Mientras tanto, por mi casa se camina con la empatía de SER MUJER.

Por: Manuela Porta

FinancialRos.com