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Este fragmento, resume a muchos de los colegas que hoy ejercen la profesión, quienes en su escalera a la fama vende su alma y valores, por una caricia al bolsillo. El periodismo es definido por la Rae, diccionario que cambio su concepto hace poco tiempo como: “persona que se dedica al periodismo (actividad profesional)’, y al periodismo como la ‘actividad profesional que consiste en la obtención, tratamiento, interpretación y difusión de informaciones a través de cualquier medio escrito, oral, visual o gráfico’, y los ‘estudios o carrera de periodismo”. Si bien, el fin del periodista es informar e investigar, con veracidad, claridad, libertad, ética, excluyo el lema de “con objetividad”. Debido, a que ese término no encuadra en mi definición, porque todavía creo somos sujeto viviendo en sociedad afectados por la realidad. Ergo, lo más notorio, y a la vez sensible de la función del periodista, en la cadena de la información, son los receptores de esa manada de información y/o desinformación. Porque, será la población entera en su conjunto su potencial damnificado ante un equivoca noticia. Sin embargo, el periodista, no pagará, ni será penado por la ley, excepto que lo llevemos a un proceso judicial: que implica demandar, probar, producir prueba hasta obtener una sentencia, si corremos con la suerte de nuestro lado de no tener que apelar o imponer un recurso para obtener una justa cosa juzgada. Y, para ese entonces el daño, ya estará causado e instalado en el inconsciente del lector quien no sabrá si era veraz o no la informacion, pero ante la inseguridad, siempre dudara. En esta historia de la noticia, el consecuente más peligroso, no es ese, sino la infinita cadena de acciones colectivas erróneas, dañinas que en última instancia serán violentas ante la mala información difundida. Entonces ¿Cómo medimos el daño que causa una falsa, mentirosa o irreal noticia? Su respuesta es sencilla: la propia realidad, esa que esta cruzando la calle, hablando con el vecino, en una reunión de amigos o familiar, de una misma noticia podemos tropezar con más de una visión, pero siempre habrá una sola realidad. Los ejemplos abundan, pero dañan, sólo basta abrir el pagina12 de hoy y leer “Descontrol en la ANSES por el no bono de $5000”, un hombre rompió de un piedrazo un vidrio de la puerta de acceso a la Unidad de Atención Integral Salta de la ANSES de la calle Jujuy. Fue detenido por los efectivos de la Policía Federal. El hombre reaccionó luego de que, tras una larga fila, recibiera como respuesta que no hay información del bono de $5.000 que prometió el gobierno nacional”. Las filas de miles de personas se proliferan, en los centros poblacionales más grandes o con mayores dificultades económicas, y jugar a la ruleta rusa con la necesidad de la gente puede tener cara de hereje. La respuesta ante esta situación del jefe de la Udai de Salta fue: “La gente debe saber que no hay normativa. Esta es una información que circuló por las redes. Pero nada más”. Como este pequeño hecho, hay muchos más execrables y perjudiciales sobre la sociedad. Sin mencionar, las causas judiciales y el lawfare que los dejo para otra edición.

Aunque, la mentira, siempre hace daño no importa su envoltorio, por lo cual me suscita un enorme problema al ejercer la profesión como periodista hoy. No voy a ahondarme en la vetusta teoría de la libertad de empresa y libertad de información, lo que si debemos tener claro es que la Constitución Nacional(ART14)  y la Carta Orgánica de la ONU nos garantiza la libertad de expresión a todos los ciudadanos en su artículo 19: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”. Es la libertad, con la que monopolizan para: tergiversar, mentir, injuriar, difamar, encarcelar injustamente de acuerdo a la intención e intereses con la que utilice el farabute o paladín del medio, su pluma/voz para trabajar. El límite, es moral, ético tan propio como la mismísima libertad, es una decisión personalísima. Existe, una materia en la carrera de Periodismo que se llama Deodontología o Ética del periodismo, donde se enseña parte de esto a partir de la filosofía, y otra mitad consiste en aprender, el único Código de Ética de la Argentina (FOPEA). Pero, fue el camino en retrospectiva que transite para volver de nuevo con más fuerza y claridad, a esta profesión, el que me hizo comprender y no abandonar las ganas de volver a creer. En cuanto, al código mencionado después de releerlo, en detalle, luego de unos años, me produjo una sensación amarga, no solo por su incumplimiento, sino por su vacuo contenido en lo que respecta a las obligaciones y derechos que deberíamos tener como profesionales de la comunicación. Es así, como la página web termina siendo un llamador slogan publicitario para a atraer/complacer a un puñado de socios que la componen. Aunque, existe una buena noticia en el cursado de mi carrera leí “Ética para Nicomano”, de Aristóteles, la obra aborda y define lo esencial de la ética: el bien. “Con su habitual método inductivo, hace acopio de las opiniones hasta entonces dichas, que lo relacionan con la felicidad, pues tal cosa es "lo que todos buscan". Aristóteles dirá que el bien para el hombre, la felicidad, consiste en el ejercicio de su función como hombre. Para ello, introducirá el concepto de virtud, que será identificado con la costumbre del buen obrar. Y, una descripción final de la felicidad que será la que se alcance por una actividad acorde con la virtud más excelsa. Del mismo modo, el hombre ha de tener una función propia: si actúa conforme a esa función será un "buen" hombre; en caso contrario será un "mal" hombre. En la medida, en que esa función se realice, podrá el hombre alcanzar la felicidad. Si sus actos le conducen a realizar esa función, serán virtuosos; en el caso contrario serán vicios que le alejarán de su propia naturaleza, de lo que en ella hay de característico o excelente y, con ello, de la felicidad”. Aristóteles nos dice que la felicidad es el bien último, al que aspiran todos los hombres por naturaleza. La naturaleza nos impele a buscar la felicidad, una felicidad que Aristóteles identifica con la buena vida, con una vida buena. Pero, no todos los hombres tienen la misma concepción de lo que es una vida buena, de la felicidad: para unos la felicidad consiste en el placer, para otros en las riquezas, para otros en los honores o el camino al éxito y fama.

Volviendo al comienzo, cumplir una buena función como periodistas de los medios de comunicación será una decisión que tomaremos en libertad. Si bien, la ley es un límite necesario, en el estado democrático y en la profesión también, se vienen tiempos, donde volverá una mejorada Ley de Medios. Mi padre el periodista fallecido Alberto Gonzalo (Alberto Feliz José Porta) decía: “Yo sé muy bien como decir siempre la verdad, también se como No herir a la gente. Lo que No sé, es como decir la verdad sin herir a la gente”.

“Del mismo modo el hombre ha de tener una función propia: si actúa conforme a esa función será un "buen" hombre; en caso contrario será un "mal" hombre. La felicidad consistirá por lo tanto en actuar en conformidad con la función propia del hombre. Y en la medida en que esa función se realice, podrá el hombre alcanzar la felicidad. Si sus actos le conducen a realizar esa función, serán virtuosos; en el caso contrario serán vicios que le alejarán de su propia naturaleza, de lo que en ella hay de característico o excelente y, con ello, de la felicidad.”

“Si queremos resolver el problema de la felicidad, el problema de la moralidad, hemos de volvernos hacia la naturaleza del hombre, y no hacia la definición de un hipotético "bien en sí". Ahora bien, el hombre es una sustancia compuesta de alma y cuerpo, por lo que junto a las tendencias apetitivas propias de su naturaleza animal encontraremos tendencias intelectivas propias de su naturaleza racional. Habrá, pues, dos formas propias de comportamiento y, por lo tanto, dos tipos de virtudes: las virtudes éticas (propias de la parte apetitiva y volitiva de la naturaleza humana) y las virtudes dianoéticas”

El libro de José ingenieros distingue el éxito de la gloria y dice: “La popularidad tiene peligros. Cuando la multitud clava sus ojos por vez primera en un hombre y le aplaude, la lucha empieza; desgraciado quien se olvida de si mismo para pensar solamente en los demás. Hay que poner más lejos la intención y la esperanza resistiendo las tentaciones del aplauso inmediato, la gloria es más difícil, pero más digna”... Con los ojos del sentir, del saber, difundir, escribir, seamos conscientes que es una decisión personal, como periodistas y hombres de la comunicación, tomar uno de los dos caminos, éxito o gloria, y que será difícil retroceder. Porque, hacer el bien para ser felices en lo que hacemos tiene un costo y un valor, pero para mí es Gloria o Morir.

Por Manuela Porta

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