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La publicidad no demoró en ser desmentida en números, que fueron publicados en un informe, por los mismos técnicos de vialidad, 780 kilómetros contra 1877 de la gestión Kirchnnerista. Pero, el relato de la mentira, no termina allí, solo comienza a desnudarse, ya que fue el precandidato a gobernador de Buenos por el Frente de Todos, Axel Kicillof, principal opositor a Cambiemos en la Provincia, testigo en primera persona. Cuando, brindando una entrevista al programa oficialista Intratables, fue increpado por la panelista Débora Plager, que con la cruda intención de instalar una Fake News, involucró a la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner y su hijo el diputado nacional, Máximo, en una afirmación, que había sido replicada por la mismísima gobernadora Vidal, y puso al aire de la pantalla una placa, mientras lo entrevistaba, de una supuesta boleta del diputado nacional Máximo Kirchner de 2023. La información fue desmentida, al aire, por el propio Kiciloff. En consecuencia, días después, el precandidato a gobernador por el frente Todos, sufrió una campaña de desacreditación personal, en las redes, que bordearon la necedad, estupidez, y la propia burla de colegas. Cuando Jorge Macri declaró:  “Kiciloff tuvo una mirada marxista ¿se le curo esa mirada”. 

Ergo, en la monstruosa tolvanera de informaciones, deformaciones de la noticia, titulares falsos, ideas paganas, mal llamadas, desde el año 2017 por la Universidad de Oxford, Fake News, son en mi humilde entender, algo más complejo, como lo es una Mentira. Ya que, esas desinformaciones, esos dichos falsos, que tienen intención de hacer algo erróneo en algo cierto, se propagan como la luz, en segundos, sin poder detenerlos, ni medirlos, menos contar o saber los cuales son los efectos y consecuencias finales en quien las aprehende. Aunque, seria necio e innegable, no reconocer que quedan instaladas en el inconsciente de algún vago lector o televidente que al final del relato las hace “propias” y “verdaderas”. 

Pero la historia de la mentira, como la llama el filósofo, Jaques Derrida, es tan extensa y remota, como la propia existencia del hombre. Sin embargo, su primera aparición, publica y relevante, en los medios de comunicación, fue en el año 1967 de la mano de Hannah Arendt, con la primera versión inglesa un artículo aparecido en una revista, el New Yorker en respuesta a una polémica periodística posterior a la publicación de Eichmannn en Jerusalem. Donde, Arendt, denunció muchas mentiras y falsificaciones, de la prensa, en su artículo publicado «Truth and Politics». 

Derrida, en su libro “La Historia de la mentira” dice: “La definición tradicional de la mentira. En su figura prevaleciente y reconocida por todos, la mentira no es un hecho o un estado: es un acto intencional, un mentir. No hay mentiras, hay ese decir o ese querer decir al que se llama mentir: mentir será dirigir a otro (pues sólo se miente al otro, uno no se puede mentir a sí mismo, salvo sí mismo como otro) un enunciado o más de un enunciado, una serie de enunciados (constatativos o realizativos) que el mentiroso sabe, en conciencia, en conciencia explícita, temática, actual, que constituyen aserciones total o parcialmente falsas; hay que insistir desde ahora en esta pluralidad y en esta complejidad, incluso en esta heterogeneidad. Tales actos intencionales están destinados al otro, a un otro o a otros, para engañarlos, para hacerles creer (aquí la noción de creencia es irreductible, aun cuando permanece oscura) en lo que se ha dicho, cuando por lo demás, se supone que el mentiroso, ya sea por un compromiso explícito, un juramento o una promesa implícita, dirá toda la verdad y solamente la verdad. Lo que aquí cuenta, en primero y en último lugar, es la intención. San Agustín lo destacaba también: “No hay mentira, por más que se diga, sin la intención, el deseo o la voluntad explícita de engañar (fallendi cupiditas, voluntas fallendi)”. Esta intención, que define la veracidad o la mentira en el orden del decir, del acto de decir, es independiente de la verdad o de la falsedad del contenido, de lo que se dice. La mentira tiene que ver con el decir y con el querer decir, no con lo dicho: «... no se miente al enunciar una aserción falsa que uno cree verdadera y (...) se miente, antes bien, enunciando una aserción verdadera que uno cree falsa. Pues es por la intención (ex animi sui) que hay que juzgar la moralidad de los actos.

 A partir, de este océano maravilloso, que expone el increíble Derrida, podemos concluir, que en cada una de las Fake News, MENTIRAS, que leemos, twitteemos, compartimos, y terminamos reproduciendo, como la retórica de un casete descompuesto, residen profundas intenciones, que forman conductas, modas y pensamientos, erróneos. Así, sin detenernos, como una yunta de bueyes, seguimos sistemáticamente, el falso pensamiento, creyéndonos ser parte de algo, nos convertimos, sin notarlo, ni dilucidarlo, en su producto final, casi perfecto. Esta situación, como dice el querido Platón: “SOLO SE QUE NO SE NADA”, pero sin plantearnos nada, hace que integremos el nuevo sistema de Fake News, mercado que se vende y se controla, como todo producto. En consecuencia, la Unión europea, ya ofrece un sistema de software, para limitar y filtrar, las noticias falsas de las verdaderas, que en la Argentina ya contrato la red social Facebook.

Pero el problema, no son las Fake News, ni el mercado, ni el software, porque todas las maravillas mencionadas, fueron creadas por el propio hombre, como también la mentira. Mi desasosiego, es el daño, que emerge detrás de cada falacia, cuando menoscabamos la democracia, demonizamos la política, los políticos, abominamos a la propia verdad, y, por último, derribamos la moral y con ella las instituciones que nos hacen como pueblo. Porque, la historia y la mentira, siempre coexistieron, en la era de post verdad, en la que estamos inmersos, como parte de un cuento. Pero, debe resultarnos más hacedero, dejar engañarnos, que saber a ciencia cierta, donde vivimos o que pretenden los que nos relatan esta fábula fantástica, acerca de lo incierto. Pero, si mi memoria no falla, son las mismas crónicas, erróneas y falsas, que eran la tapa de los diarios, allá cuando por el año 1982 titulaban: “Estamos ganando la guerra” mientras nuestros pibes, héroes, soldados, morían de abandono y frio peleando esa guerra. Es por esta, y otras mentiras más, que renunciamos a la verdad, por eso creo, que lo importante en este relato, es no caer en la tentación, de dormirnos en el onírico mundo de las mentiras, de creer en aquello que nunca fue cierto. Para así, seguir creyendo en todo y no perder los sueños.

Por Manuela Porta

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